China busca conectar su imperio mercantil a través de una nueva Ruta de la Seda

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En los mismos caminos por donde alguna vez vistosas caravanas transportaron seda, té, porcelana y oro, poco a poco comienzan a circular los trenes de carga, se tienden nuevos oleoductos y se unen las carreteras que pretenden conectar los puertos de Asia, África y Europa.

Se trata de un ambicioso proyecto de infraestructura, que el Presidente chino, Xi Jinping, planteó por primera vez en 2013 para volver a abrir las vías a través de las cuales, hace más de 2.100 años, el diplomático Zhang Qian extendió los lazos de la dinastía Han. Las misiones que en ese entonces lideró en Asia central dieron origen a la Ruta de la Seda.

El mes pasado, un tren de carga recorrió 12.000 km en casi tres semanas para regresar de Barking (Londres) a Yiwu (en el este de China), llevando desde whisky a equipos de ingeniería. En el segundo viaje ida y vuelta más largo que se ha hecho (después de Yiwu-Madrid), pasó por Francia, Bélgica, Alemania, Polonia, Bielorrusia, Rusia y Kazajistán. Al mismo tiempo, en el puerto de Kyaukphyu, en Myanmar, se daba inicio a la transferencia de crudo desde un buque petrolero a un nuevo oleoducto que recorre hasta Kunming, en el suroeste de China.

La Iniciativa del Cinturón (terrestre) y la Ruta (marítima) -BRI, en inglés- es uno de los ejes de la política exterior de Xi, para el cual destina enormes fondos y ha creado instituciones multinacionales, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB), que en dos años ha captado 52 países miembros.

En 2014, China anunció un fondo de US$ 40 mil millones para la iniciativa. En 2015 transfirió otros US$ 82 mil millones a tres bancos estatales para los proyectos de la nueva ruta, mientras se espera que el capital inicial del AIIB -de US$ 100 mil millones- sea destinado principalmente al BRI.

Hasta ahora, 65 países, con un total de 4.400 millones de habitantes, han manifestado su interés en el proyecto, que contempla la compra del puerto griego de El Pireo, puentes en Bangladesh, ferrocarriles entre Belgrado y Budapest, en Tajikistán, Tailandia y Kenia, como plantas eléctricas en Vietnam y Kirguistán (ver mapa).

Las entidades bancarias chinas -cuya inversión directa en países de la ruta fue de US$ 14.500 millones en 2016- firmaron contratos por US$ 126.000 millones para seguir ampliando el corredor. La agencia calificadora Fitch aseguró que se planean o están en marcha proyectos por US$ 900.000 millones.

Xi tiene como meta proyectar los alcances de su Cinturón y su Ruta a todo el mundo, por lo que entre mañana y el lunes celebrará una cumbre en Beijing con autoridades de 110 países, entre ellas, 29 líderes, como los presidentes de Rusia, Vladimir Putin; del gobierno español, Mariano Rajoy, y de Chile, Michelle Bachelet.

Ya como anfitrión de la cumbre del APEC de 2016 y en el foro de Davos, en enero, Xi -el Mandatario chino más poderoso desde Mao Zedong- manifestó los intentos de Beijing por convertirse en el paladín del libre comercio.

«La cumbre del BRI está diseñada para mostrar el liderazgo y las innovaciones de Xi en el camino hacia el apoteósico Congreso del Partido XIX en octubre», donde el Presidente asumirá su segundo mandato quinquenal, aseguró a «El Mercurio» Douglas Paal, del Carnegie Endowment.

La iniciativa fue promovida en el interés de impulsar la influencia global de China, y comenzó a tomar aun más sentido con la desaceleración de la economía local. Sus motores en las últimas tres décadas -en que el crecimiento promedio del PIB fue de dos dígitos- habían sido las exportaciones a países desarrollados (que luego vieron sus economías estancarse) y la inversión en infraestructura interna, cuyos retornos empezaron a caer por el exceso de capacidad en sectores como el inmobiliario, el acero y el cemento.

Los defensores del BRI aseguran que este podría reducir la brecha de infraestructura y ayudar al crecimiento en los países en desarrollo, mientras estimula el comercio. Pakistán y Afganistán consideran que esta iniciativa los ayudará a salir de la pobreza.

Los obstáculos

Pero el proyecto plantea también algunas dificultades y críticas. Los expertos advierten que la élite política de Indonesia, por ejemplo, «teme la hegemonía regional» que daría a China, mientras que otras naciones que forman parte de la ruta sospechan una creciente influencia de Beijing sobre su política interna, así como que algunas naciones más pequeñas queden sometidas a enormes deudas. Los expertos advierten, además, que la falta de seguridad en algunas regiones obstaculizaría la iniciativa.

«Las dificultades son serias. Los costos son altos y la seguridad en algunos países, como Pakistán (donde se construye una carretera de US$ 46 mil millones), seguirá siendo muy difícil. No está claro si Beijing verá un rendimiento rentable de sus inversiones», dijo a «El Mercurio» Timothy Heath, experto de la Rand Corporation.

«Existe un alto riesgo de que China se encuentre profundamente involucrada en la situación política y de seguridad de Pakistán. La violencia y la inestabilidad política son las principales razones por las que otros países han evitado invertir ahí, y Beijing tendrá que encontrar una manera de abordar esas cuestiones para proteger sus grandes inversiones», agregó. A las zonas más complicadas se suma el puerto de Gwadar, en una región donde los insurgentes llevan décadas luchado contra fuerzas gubernamentales.

Ante los cuestionamientos, el gobierno de Xi volvió a recurrir a la propaganda que, esta vez, apunta al mundo entero. De cara a la cumbre en Beijing, lanzó el video musical «The Belt and Road is how» («El modo es el Cinturón y la Ruta»), que busca calmar las dudas sobre el beneficio que obtendrán los países en el proyecto. La canción es interpretada en inglés por niños de diversas razas, que bailan ante un fondo con puentes y carreteras, coreando: «Rompemos barreras, hacemos historia».

Fuente: El Mercurio