Los maremotos provocan una inesperada migración de polizones marinos

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El terremoto y posterior maremoto que azotó a Japón, en 2011, no solo dejaron grandes pérdidas humanas y materiales, sino que también afectaron a la naturaleza de una forma insospechada. Una investigación publicada en la última edición de Science da cuenta de cómo moluscos y otras especies viajaron durante años en los restos que se tragó el mar después de la tragedia, y cómo estas llegaron vivas a las costas de Estados Unidos.

Entre 2012 y 2017, unas 300 especies lograron llegar al otro lado del océano Pacífico en diversas «embarcaciones», tales como boyas, barcos y pedazos de plásticos, entre otros. La sorpresa no solo está en que estos polizones superaran las condiciones extremas del Pacífico Norte, sino en que también hubieran sobrevivido por tantos años. Los últimos arribaron a las costas de Hawái durante la primavera 2017 del hemisferio norte.

«Una de las cosas que este evento nos ha enseñado es que algunos de estos organismos pueden ser extremadamente resilientes», dice John Chapman, ecólogo marino de la Universidad Estatal de Oregon, en Estados Unidos, y miembro del estudio. «Cuando vimos por primera vez especies japonesas llegando a Oregon quedamos impactados. Nunca pensamos que podrían sobrevivir por tanto tiempo y bajo condiciones tan duras», agrega.

Junto con ello, cerca del 20% de las especies que lograron migrar son capaces de reproducirse, explica Jessica Miller, ecóloga marina de la misma universidad y también parte del estudio. «No solo identificamos la diversidad de especies que ha llegado, sino también determinamos sus crecimientos y habilidades de reproducción, lo que nos da información útil para conocer cómo lograron sobrevivir a su viaje transoceánico», detalla.

Una primera oleada de restos de madera llegó a las costas de Oregon entre 2012 y 2014, trayendo consigo los llamados «gusanos de barcos», entre muchos otros. Después de esa fecha, ese tipo de desechos dejaron de varar en esas costas, porque sus «pasajeros» destruyen la madera. Esto llevó a los investigadores a pensar en que el tipo de «embarcación» sí tenía un rol en esta migración forzada. El plástico y sus derivados -los que tardan mucho o no se degradan- son los protagonistas.

Si se considera que 10 millones de toneladas de plásticos llegan a los océanos cada año, es necesario redimensionar lo recién descubierto. «A través del movimiento de las corrientes marinas estamos conectados, y la contaminación que afecta a una parte del planeta termina afectando a otra», dice Cristian Bonacic, director del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente de Agronomía UC.

Hasta hace un tiempo se pensaba que las corrientes marinas de ambos hemisferios funcionaban independientemente, pero justamente la caída de un container lleno de patitos de plástico demostró lo contrario, cuenta el investigador.

Tanto el tráfico aéreo como el naviero llevan tiempo trasladando plantas y organismos a gran escala. «Este trabajo demuestra en forma cuantitativa cómo se puede facilitar aún más la propagación de especies invasoras en todas partes del mundo», advierte.

Si bien es una gran hazaña que estas especies hayan atravesado todo un océano, esto no significa que realmente invadirán el nuevo territorio. Puede tomar años, dice el estudio, para que los recién llegados efectivamente se establezcan y sea posible detectarlos. Por ello es tan difícil dimensionar los reales alcances de esta migración.

Pero, además, recalcan los investigadores, el aumento de huracanes e inundaciones por el cambio climático supone una nueva fuente de escombros, la que tendrá un impacto muy difícil de predecir.

Desde 2012, restos del maremoto de Japón con especies vivas han llegado a las costas estadounidenses luego de viajar, por lo menos, siete mil kilómetros. Se los ha visto desde las islas Midway hasta Hawái, y desde el centro sur de Alaska hasta la parte central de California.

»(La migración forzada) se ha convertido en uno de los experimentos de biología marina no planeado más grande, quizás, de toda la historia». JOHN CHAPMAN Ecólogo marino, Universidad Estatal de Oregon

 

Fuente: El Mercurio