Sistema de alerta de maremotos tiene plan para instalar sensores a cinco mil metros de profundidad en el mar

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A 114 kilómetros de la costa y a cinco mil metros de profundidad -en la fosa oceánica donde se originan los terremotos que generan maremotos- centrará sus investigaciones el Sistema Nacional de Alerta de Maremotos (SNAM), que integran el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), el Centro Sismológico Nacional (CSN) y la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi).

Así avanzará en su proceso de modernización, el que recibió un real impulso durante la reciente visita a Chile de los príncipes de Japón, que pidieron recorrer la sala del SNAM en Valparaíso. Allí se habló del proyecto de contar con un cable submarino, que transmita la información en tiempo real de los sensores ubicados en el fondo marino, para determinar el origen de un maremoto en caso de un gran sismo.

Japón ya brindó su asesoría para que Chile disponga del Sistema Integrado de Predicción y Alarma de Tsunamis (Sipat). Desarrollado por la U. Federico Santa María y el SHOA, se trata de una base computacional de escenarios premodelados que hoy permite regionalizar la alarma, evitando la evacuación generalizada de todo el litoral ante una emergencia de tsunami .

El director del CSN, Sergio Barrientos, explica que se trata de instrumentos sísmicos y sensores de presión de la columna de agua, que transmiten datos a través del cable de fibra óptica. Producido un terremoto, el sistema permite a los sismólogos obtener casi instantáneamente los datos para calcular su magnitud, y además, a través del registro de las variaciones que sufre la columna de agua, captar en tiempo real cómo el sismo deforma el fondo marino y cómo se va aproximando el tren de olas (maremoto) a la costa. «Así, se puede estimar con precisión su tamaño, dirección y tiempo de arribo», comenta Barrientos.

El proyecto contempla instalar el cable desde la costa de Quintay hasta la fosa oceánica, en donde se juntan las placas de Nazca y Sudamericana. El subdirector nacional de Onemi, Víctor Orellana, resalta que con ello se busca aumentar el nivel de seguridad de las regiones V y Metropolitana, las más pobladas del país y que cuentan con industrias críticas para la economía nacional. «Estamos configurando un sistema de actores públicos y privados beneficiados, de modo que estos también contribuyan a financiar los US$ 20 millones que cuesta desarrollar la iniciativa», detalla.

El sistema permitirá alertar con 20 a 30 segundos de anticipación a las industrias de la zona de un terremoto destructivo, porque a través de la fibra óptica la señal viaja más rápido que la propia onda sísmica generada en el fondo del mar. Orellana explicó que, de esta manera, los «sistemas automáticos se activan e interrumpen los flujos de gas o regulan los suministros eléctricos en infraestructura crítica, como los hospitales».

Japón, desde 2006, trabaja en desarrollar este sistema en la fosa oceánica, donde se comprimen las placas del Pacífico y Continental Euroasiática, interacción que origina sismos generadores de maremotos en su costa. Desde ese año cuenta con una red de miles de kilómetros de cable submarino frente a su litoral sur y de Tokohu (zona norte), en donde se ubicó el epicentro del gran terremoto del 11 de marzo de 2011, que alcanzó una magnitud nueve en la escala de Richter.

El director del SHOA, vicealmirante Patricio Carrasco, destaca que al estar el sensor encima de la falla, «mejora la precisión al determinar el epicentro, magnitud y profundidad, y obtenemos medio minuto antes esta información», lo que es crucial para «ganar tiempo al tiempo» en establecer si el sismo genera o no un tsunami . Y al determinar cómo se mueve el fondo oceánico, hay más antecedentes para estimar ese riesgo, dice.

El ingeniero civil de la UFSM Patricio Catalán, quien contribuyó a elaborar el Sipat, coincide en que el cable submarino es el paso lógico en el desarrollo del sistema. De todos modos, destaca que la cercanía de la fosa oceánica obliga a la población costera a evacuar a zonas altas ante un gran sismo, sin esperar el aviso de la autoridad. Según él, el sistema contribuirá a reducir la incertidumbre en la medida que la red se amplíe.

US$ 20 millones es el costo estimado de instalar los sensores y el cable submarino frente a Valparaíso.

1730 es el año en que se produjo el último terremoto generador de un gran tsunami destructivo en las costas de la V Región. En Arica, los últimos maremotos ocurrieron en los años 1866 y 1877.

«Queremos partir con un par de cables submarinos. Además de Valparaíso, estamos pensando en instalarlo frente a Arica».
SERGIO BARRIENTOS,
CENTRO SISMOLÓGICO NACIONAL

«Estas herramientas nos permiten ganarle tiempo al tiempo. Dos minutos después del sismo se está produciendo la ola».
PATRICIO CARRASCO,
SERVICIO HIDROGRÁFICO Y OCEANOGRÁFICO DE LA ARMADA

 

Fuente El Mercurio