Los bosques submarinos chilenos están entre los más degradados a nivel mundial

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En Chile no hay arrecifes coralinos, pero compensamos esa carencia con extensos bosques de algas, en particular las macroalgas pardas o huiros. Estos sirven como hogar a una gran cantidad de seres vivos, desde pequeños crustáceos hasta grandes depredadores marinos, como las estrellas de mar y peces, como la vieja, el pejeperro y el rollizo.

Algunas de estas especies las ocupan también como zona de crianza o de caza. Es así como las lapas y caracoles se alimentan del mismo huiro, mientras que las jaibas, estrellas de mar, erizos, locos y peces se nutren de ellos. Y a su vez, los chungungos pueden alimentarse de todos los anteriores cuando visitan estos bosques submarinos.

En términos estructurales, también contienen la erosión de la costa, ya que limitan la dinámica de flujo de las corrientes.

«Cualquier cambio en su abundancia puede implicar impactos en el ecosistema», dice Alejandro Pérez-Matus, biólogo marino de la U. Católica.

Es justamente lo que revela un estudio internacional sobre la situación de las algas a nivel mundial, del cual él es uno de los tres coautores chilenos, junto a sus colegas Alejandro Buschmann, del Centro de Biotecnología y Bioingeniería de la U. de Chile, y Julio Vásquez, de la Universidad Católica del Norte (UCN). «Desde el punto de vista de la pesca, se está viendo un deterioro significativo en la abundancia del recurso».

Centro y norte del país

Cuenta que hasta hace unos 10 años se recolectaban solo las algas que llegaban a la costa desplazadas por las marejadas, lo que era una explotación bastante sustentable. Pero ante una mayor demanda del mercado internacional, hoy una buena parte se hace con la ayuda de buzos que emplean una especie de chuzo o barreta para desprenderlas de la roca. La técnica se conoce como barreteo y afecta especialmente al huiro palo o kelp ( L. trabeculata ), el alga más abundante en el norte y centro de Chile, pero también han sido impactados el huiro negro ( L. spicata y L. berteroana ), el huiro canutillo ( Macrocystis pyrifera ) y el popular cochayuyo ( Durvillea antarctica ), que viven en la misma zona.

«Se han generado las políticas públicas para que su captura sea sustentable, pero otra cosa es si los pescadores cumplen con las recomendaciones técnicas», reconoce Vásquez. «La extracción alcanza a 4 millones de toneladas anuales, lo que es una barbaridad, y todavía hay algas. Obviamente, hay impactos, y eso es lo que revela la investigación. Son efectos importantes en las comunidades asociadas, sus tamaños y población, y hay un efecto de sobreexplotación».

Según detalla Buschmann, quien también es investigador de la U. de Los Lagos, la merma desde 2004 muestra una disminución anual del 0,1% de las poblaciones, la que está entre las más altas en el mundo, y similar a California.

Los pescadores privilegian la extracción de las macroalgas adultas, lo que favorece el crecimiento de huiros juveniles de menor altura. Pero estos son presa fácil de los caracoles. Si el barreteo coincide con una sobrepesca, los caracoles, libres de depredadores, aumentan en exceso, lo que a la larga implica un deterioro del bosque submarino.

Por sus características, esta pesquería es muy difícil de fiscalizar, admite el experto de la UCN. «Son 2 mil kilómetros de costa donde la carretera se mete hacia el interior, por lo que a las camionetas del Sernapesca les resulta complejo fiscalizar. Además, no existe puerto de embarque o desembarque fijo. Los pescadores barretean, secan los huiros y los recolectan en camiones».

Vásquez enfatiza que no hay que demonizar a los recolectores de algas y que el tema es complejo. «Como ya no hay mucho loco ni erizo, esta es hoy la principal pesquería que se hace en el norte. Esto es lo que sustenta».

Otro problema es que en los últimos años el barreteo se ha extendido hacia el sur, y en ocasiones lo han practicado hasta en Puerto Montt.

El caso chileno es apenas uno de varios abordados en el estudio, publicado esta semana en la revista Proceedings, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. La investigación, centrada en el impacto del cambio climático en las algas, muestra efectos diferentes en distintas regiones del mundo. Es así como en Australia las algas se verán afectadas por el aumento de la temperatura. Pero en el Pacífico, frente a Chile, el impacto será menor, dice Buschmann. «Hasta ahora no tenemos un claro calentamiento de nuestras costas, pero sí tenemos una cosecha de algas que no existe en ninguna otra parte del mundo».

A su juicio, una alternativa sería que la autoridad impulse políticas que favorezcan el cultivo y no la extracción.

Fuente: El Mercurio